El nuevo libro de Viviane Viana , “¡ Ah, se Graham Bell falasse !”, las familias encuentran un recurso lúdico para discutir el desafío de equilibrar el mundo digital y la interacción familiar. La obra, presentada en la fecha emblemática del Día del Teléfono, ofrece una reflexión humorística y constructiva sobre el uso consciente de los teléfonos inteligentes, una herramienta esencial pero a menudo abusada en la sociedad contemporánea. La obra se inaugurará el 10 de marzo.
En “¡Ah, se Graham Bell falasse!”, aborda el tema del uso excesivo de teléfonos inteligentes de forma lúdica para los niños. ¿Cómo surgió la idea de abordar este tema?
La idea surgió de la observación. En los restaurantes me llaman la atención las mesas donde los niños no hablan ni interactúan entre ellos. Mantienen un ojo en las pantallas hasta que llega la comida. A algunos de ellos ni siquiera les interesa la ludoteca. El colmo que hizo realidad la idea cayó el día que llevé a mi hijo a terapia. Estaba en la sala de espera, leyendo un libro, cuando entraron otra madre y su hijo. Ni siquiera se sentó correctamente en el sofá y empezó a hacer videollamadas con el sonido alto. Tan fuerte que el propio niño se quejó y se tapó los oídos con las manos. ¿Quién necesita terapia? Esa fue la primera pregunta que me vino a la mente, seguida de muchas otras sobre qué generación estamos formando, qué valores se están transmitiendo, en qué sociedad queremos vivir.
¿Cómo crees que los padres pueden utilizar el libro como herramienta para promover una relación más saludable con las pantallas para sus hijos?
El libro aborda con humor temas serios e importantes relacionados con el uso del teléfono celular, como las relaciones interpersonales y el respeto por los demás. Utilicé la rima para darle un sonido divertido e hice del título un estribillo que se repite escena tras escena, hasta que Graham Bell, a quien se atribuye la invención del teléfono, dio su opinión sobre la situación actual, en la que los smartphones se han convertido casi en un extensión del propio cuerpo. En la historia, el celular no es el villano. La cuestión que surge es la moderación. El libro puede ser un punto de partida para un debate, para una reflexión, pero es importante recalcar que estamos hablando de literatura infantil, no de un libro o manual técnico.
Además del libro, ¿qué otras estrategias sugieres a los padres para afrontar de forma equilibrada el uso del smartphone por parte de sus hijos?
La prohibición ciertamente no es el camino a seguir. Los teléfonos inteligentes son increíbles herramientas multifuncionales. Por ello es necesario sentarse a conversar sobre ello, estableciendo límites razonables para el niño o adolescente y el adulto responsable. Los acuerdos, como sugiere el nombre, deben acordarse y tener sentido para los miembros de la familia respectiva. Si el acuerdo es no usar el móvil durante las comidas, reservar un día para desconectar, no usar pantallas una hora antes de dormir o establecer un tiempo diario para pasar en redes sociales, lo importante es que sea cumplido por todos , especialmente aquellos adultos. En todos los casos, es fundamental dar ejemplo. Y cuando hablamos de niños, necesitamos ofrecer actividades lúdicas, experiencias enriquecedoras fuera del mundo digital.
¿Qué importancia tiene discutir temas relacionados con el uso de la tecnología desde temprana edad con los niños?
Es importante reflexionar sobre estos temas desde temprana edad con los niños para que no caigan en los extremos, para que sean ellos mismos los que impongan límites a la tecnología. La idea es formar sujetos críticos y autónomos. La otra cara de la obediencia es la desobediencia. El objetivo es proporcionar elementos que apoyen el discernimiento.
¿Podría compartir algunos de los mensajes clave que espera transmitir a padres e hijos a través de su libro?
El mensaje principal es la moderación en el uso de las pantallas y el respeto por quienes tenemos al lado. La gente olvida que hay otras personas alrededor y mira vídeos en voz alta, habla en voz alta, usa el dispositivo en el cine o el teatro y molesta a sus vecinos. Hemos llegado a un punto en el que una voz o un mensaje de texto –y no me refiero a emergencias– recibe más atención que un familiar o un amigo sentado frente a nosotros.
¿Cómo ve el papel de la literatura infantil en la educación de los niños sobre temas complejos, como el uso excesivo de la tecnología?
Entiendo la literatura, y no sólo la infantil, como un espacio para comprender mejor lo diferente; un lugar para ampliar repertorios. Desaloja ideas preconcebidas, las incomoda y abre nuevas perspectivas sobre las experiencias. La lectura aumenta nuestra capacidad de ser, de ser humanos, de ser empáticos, de comprender que hay opiniones y visiones del mundo diferentes a la nuestra.
¿Cuáles son los principales desafíos que enfrentan los padres cuando intentan limitar el tiempo que sus hijos pasan frente a la pantalla?
Si les hace esta pregunta a los padres, la respuesta probablemente será que necesitan trabajar y que no están con los niños todo el tiempo para controlar el tiempo frente a la pantalla. En mi opinión, el control es un engaño. Los niños necesitan entender que la vida no está dentro de la pantalla de un teléfono celular. De ahí la importancia de la orientación de los padres. No tiene sentido decirle a su niño o adolescente que deje el teléfono celular todo el tiempo. Esto es agotador y no lo soluciona. Es necesario hablar, escuchar atentamente, mostrar los pros y los contras para que los límites encuentren una relación lógica con los riesgos asociados a la exageración y el uso excesivo.
¿Cómo espera que su libro contribuya a crear conciencia sobre la importancia de establecer límites saludables al uso de la tecnología desde una edad temprana?
Creo que la creación de literatura infantil no debe ser funcional, dirigida. Por eso, cuando me preguntas qué contribución espero que haga el libro, dudo en responder. Espero que los niños se diviertan con las situaciones, recuerden experiencias similares, den nuevos significados a las vivencias y que ellos y los adultos encuentren en el eslogan “¡Ah, si Graham Bell pudiera hablar!” una estrategia divertida cuando alguien rompe un acuerdo en casa, por ejemplo. Porque estos errores inevitablemente sucederán. Al fin y al cabo, los hábitos no se cambian en un abrir y cerrar de ojos.
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