Con tan solo 18 años, la escritora Maria Fernanda Leite debutó en la literatura con la novela cristiana «Un amor más que perfecto», que sigue la trayectoria de la joven Leticia, princesa heredera del reino ficticio de Alandy . Viviendo bajo la apariencia de una vida ideal, la protagonista enfrenta el duelo por la muerte de su madre y se ve presionada por obligaciones reales, como un matrimonio concertado con el príncipe de Canadá. Entre pérdidas, descubrimientos y conflictos emocionales, la obra retrata la maduración, la construcción de la autoestima y el poder de la fe en medio de las imperfecciones de la vida.
Leticia vive rodeada de lujos y expectativas, pero se enfrenta a un dolor muy humano: el duelo. ¿Cómo fue para ti equilibrar este contraste entre el entorno real de un castillo y las emociones íntimas y universales de la pérdida?
Desafiante, para ser sincero. Cuando creé a Leticia, quise mostrar que ni siquiera el lujo ni la comodidad emocional pueden proteger a alguien del dolor humano. Construí este contraste intencionalmente: el castillo simboliza las expectativas externas, mientras que el duelo expone la fragilidad interna. Mi idea era provocar al lector para que comprendiera que el sufrimiento emocional no elige la clase social. Cada persona vive el duelo según sus creencias, sus heridas y su capacidad de resiliencia. En este caso, el dolor humaniza a Leticia y revela lo que se esconde tras la fachada de una «vida perfecta».
El libro muestra cómo, a menudo, la «vida perfecta» es solo una apariencia. ¿Sentiste que, de alguna manera, también querías deconstruir los estándares idealizados sobre lo que significa tener una vida feliz?
Sí, quería mostrar que el lujo, el dinero o el estatus social no siempre garantizan la felicidad. A menudo, estas apariencias esconden un profundo dolor, como el duelo, el rechazo y la soledad. Leticia, a pesar de ser una princesa, carga con verdaderas inseguridades y dificultades para conectar con sus amigos, como muchas jóvenes. Quería deconstruir esta idea de una «vida perfecta» y mostrar que el dolor también habita en los palacios. También desmintí la imagen de que, por tener un padre rey, sería consentida y halagada. Su camino está marcado por la pérdida y la madurez, como el de tantas chicas que buscan un sentido incluso en medio del dolor.
Leticia necesita madurar rápidamente, en medio del dolor y las presiones del trono. ¿Te inspiraste en situaciones de tu propia adolescencia o juventud para escribir sobre esta temprana responsabilidad?
La adolescencia, en general, es una etapa marcada por muchas presiones sociales, familiares e internas. Es un momento en el que, aunque todavía estamos en proceso de transición, autodescubrimiento y búsqueda de sentido y propósito en la vida, somos responsables como adultos y necesitamos madurar rápidamente, tomar decisiones y asumir responsabilidades para las que no siempre estamos preparados. Leticia representa esta realidad común a tantos jóvenes, que enfrentan un profundo dolor, duelo y la obligación de asumir responsabilidades decisivas en sus vidas, como carreras profesionales, relaciones serias y la pérdida de seres queridos. Todo mientras intentan comprender quiénes son. Así que sí, me inspiré en esta etapa en general y un poco en mí misma.
La fe juega un papel fundamental en el viaje emocional del personaje. ¿Cómo integraste elementos de la espiritualidad cristiana en la narrativa sin dejar de lado la ligereza y el romance de la historia?
Integrar la espiritualidad cristiana en la narrativa fue un reto y un regalo a la vez. Un reto porque, a pesar de la creciente producción de novelas cristianas, muchas aún se exceden, son excesivamente doctrinarias o acaban perdiendo de vista los valores que deberían sustentar sus tramas. Y de ahí nació precisamente el propósito de este libro: demostrar que es posible combinar la fe, la ligereza y el romance con naturalidad, sin sonar forzado ni alejado de la realidad del lector.
Para mí, fue sumamente gratificante darme cuenta de que era posible contar una historia emotiva, con conflictos y crecimiento, sin renunciar a mis valores ni a mi fe. Quería evitar el estereotipo de un libro marcadamente religioso, pero al mismo tiempo, mantener una sólida base espiritual: una novela que llega al corazón y al alma.
A lo largo de la escritura, me llevaron a crear algo que dialogara con el romanticismo puro, pero sin ignorar la profundidad de los sentimientos y las elecciones, que son mucho más significativas cuando se viven con propósito.

La relación entre Leticia y Peter comienza con un conflicto y va cambiando gradualmente. ¿Cómo construyeron esta dinámica de «enemigos» que gradualmente se transforma en respeto, cariño e incluso pasión?
Desarrollar esta dinámica fue una de las partes más apasionantes de la escritura. Trabajar con personajes que comienzan su camino en oposición, casi como «enemigos», me permitió explorar capas de afecto más reales y humanas, aquellas que surgen no del ideal romántico inmediato, sino de la convivencia, de afrontar las propias vulnerabilidades y de descubrir virtudes en el otro que antes estaban ocultas por las defensas emocionales.
Las provocaciones entre Leticia y Peter, a menudo divertidas, revelan una forma desenfadada de mostrar que, tras las implicaciones, hay sentimientos que aún no han sido nombrados y heridas que aún no han sido curadas. Son un reflejo el uno del otro, y es precisamente en esta tensión entre el orgullo, el dolor y el descubrimiento que el vínculo comienza a forjarse.
Su relación madura a medida que aprenden a verse con más compasión, y esto transforma la narrativa en algo mucho más profundo que un simple romance: se convierte en un viaje de sanación mutua. Al final, de eso se trata: de un amor que surge lentamente, pero con raíces profundas, porque se moldea a partir de la verdad de cada uno.
El misterioso músico le aporta un nuevo nivel de agitación emocional a la protagonista. ¿Por qué creíste importante incluir este tercer elemento en el triángulo amoroso y cómo contribuye a la maduración de Leticia?
La entrada del músico en el triángulo amoroso fue diseñada para simbolizar algo que muchos vivimos en silencio: el miedo a ser amados de verdad. A veces, intentamos huir de lo que más deseamos, no porque no queramos, sino por miedo a ceder, a ser vulnerables o a no sentirnos dignos de algo tan profundo. Leticia pasa por este proceso. Al confrontar sus sentimientos por Peter, se enfrenta a la intensidad de un amor que la asusta porque parece demasiado real.
Noé emerge como este refugio emocional, una figura segura que representa el «amor posible sin riesgos». Despierta en Leticia un afecto que, a primera vista, parece más cómodo y controlable. Pero, a lo largo de la trama, ella comienza a comprender que su intento de distanciarse de Peter era, en realidad, una forma inconsciente de protegerse del dolor y el miedo al rechazo.
Este conflicto interno fue esencial para el desarrollo del personaje. Al encontrarse dividida, Leticia se ve impulsada a ahondar en sus emociones más profundas y a reconocer que el amor verdadero, aquel que verdaderamente transforma, requiere valentía. Noah, con su sensible y simbólica presencia, contribuyó no solo como elemento narrativo, sino como reflejo de los dilemas internos de la protagonista. Es en la confrontación entre estos dos sentimientos que comprende que huir del amor no se trata de protegerse, sino de privarse de vivir plenamente.
La escritura del libro es ligera, romántica y, a la vez, llena de temas densos. ¿Crees que el equilibrio entre ligereza y profundidad es el secreto para abordar los dilemas de la juventud actual?
Sí, creo que el equilibrio entre ligereza y profundidad es esencial para llegar a los jóvenes. Los jóvenes se enfrentan a presiones intensas y buscan historias que aporten significado sin convertirse en una carga adicional.
La profundidad incita a la reflexión y la consciencia; la ligereza, a su vez, hace accesibles estos temas, permitiéndoles abordarlos con naturalidad, casi como si aprendieran sin darse cuenta. Este equilibrio es lo que transforma la lectura en un refugio y un aprendizaje a la vez.
Mi intención al escribir era precisamente esta: crear una historia que te haga reflexionar sin resultar pesada, que envuelva al lector a la vez que enseña. Que la literatura, incluso al tratar temas densos, puede ser un lugar de refugio, identificación y esperanza.
Con tan solo 18 años, ya has publicado una novela con temas muy complejos. ¿Cómo ha sido para ti gestionar la repercusión del libro y la respuesta de los lectores que se identifican con Leticia?
Ha sido emocionante seguir el impacto de mi libro. Cada mensaje, cada lectura compartida, cada identificación con una historia me ha conmovido profundamente. Saber que algo que he escrito ha llegado al corazón de forma tan genuina es, sin duda, una de las mayores alegrías que he experimentado. Estoy muy agradecida por cada comentario; me fortalece y me recuerda por qué escribo.
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