La actriz y directora teatral Paula Lucena , miembro del Coletivo Rasga, celebra el estreno de “Do Começo ao Fim”, una obra infantil que llegará al escenario del Teatro Fashion Mall el 14 de junio, con sesiones los sábados y domingos a las 16 h, hasta el 13 de julio. Con texto de Aline Marosa y dirección de Paula Águas y Toni Rodrigues, el espectáculo invita al público a reflexionar sobre valores como el amor, la familia y la amistad, temas que, según Paula, son más urgentes que nunca.

Tienes una intensa y multifacética carrera teatral, que incluye actuación, dirección, dramaturgia e incluso escenografía. ¿Cómo influye esta multiplicidad de experiencias en tu forma de ver el escenario y los procesos creativos?

Creo que haber trabajado en estos diferentes roles me ha enseñado a no verlos como el centro, sino como pequeñas partes de un todo, pequeños engranajes que deben funcionar juntos para que la máquina funcione. Siento que he adquirido una perspectiva más amplia del teatro, lo que ha cambiado mi relación con cada elemento de la escena. Además, son experiencias que se complementan enormemente. Ya sea en dramaturgia, dirección o actuación, el ángulo desde el que se trabaja es diferente, pero, en esencia, el objetivo es el mismo: contar una buena historia.

La obra «Do início ao fim», en la que actúas, se estrenará próximamente y cuenta con figuras destacadas en dirección y dramaturgia. ¿Qué te atrajo de este proyecto y cómo conectaste con la propuesta de la obra desde los ensayos hasta la producción final?

el texto de Aline Marosa marca una gran diferencia en esta producción. Fue una obra escrita en colaboración con el Colectivo Rasga y nuestros directores, Paula Aguas y Toni Rodrigues, por lo que está llena de cariño, tiene mucha alma y cada detalle fue pensado con sumo cuidado. Además, aborda temas preciosos. El espectáculo sigue la narrativa de estos viajeros espaciales que huyeron de la Tierra en autoexilio porque no estaban de acuerdo con el rumbo que tomaban las cosas aquí. Pero lo hermoso de la historia es que estos seres se ven obligados a confrontar la vida terrenal, a integrarse en ella, y poco a poco se enamoran de nuevo de sus encantos. En una época en la que nuestra relación con el mundo parece cada vez más impersonal y artificial, esta obra nos recuerda lo bueno que es ser humanos. Creo que eso es lo que necesitamos: hablar de amor, familia y amistad, recordando que es mucho mejor vivir juntos que aislados.

En la obra «Ser o no ser: Hamlet», interpretaste a Ofelia y también experimentaste con elementos como el payaso y el teatro físico. ¿Cómo encontraste la ligereza y la comedia en un universo tan denso como el de Shakespeare?

Tanto las obras de Shakespeare como el lenguaje del clown operan en la superficie. No en el sentido de superficialidad, que es superficial, sino más bien de lo que vive en la superficie y se expresa en el cuerpo. Lo que se piensa se dice, las emociones se desbordan desde adentro hacia afuera y todo se pone en acción. Por eso ambos lenguajes dialogan tanto; uno se enriquece con el otro. Incluso las tragedias tienen mucho espacio para la comedia. Shakespeare no se limita a sí mismo; mezcla géneros, creando una galería completa de emociones humanas. Así que, a pesar de ser un universo denso, acoge muy bien a los payasos.

Tu trabajo con el Colectivo Rasga ha sido una constante construcción de nuevos lenguajes y formatos. ¿Cómo ha influido este colectivo en tu visión artística y tu postura como creador en el teatro contemporáneo?

Mi trabajo con el Colectivo Rasga moldeó mi perspectiva como artista de muchas maneras. Hoy, para mí, es imposible pensar en el teatro sin considerar la relación grupal, la colaboración y la creación colectiva. Aprendí a practicar esto con Rasga y lo llevo conmigo a todos mis demás proyectos. Nuestra dinámica de participación en todas las etapas del proceso, desde la concepción artística hasta la ejecución técnica, me brindó una independencia creativa que valoro enormemente. Especialmente en las producciones independientes, todos aprendimos a encontrar soluciones creativas para trabajar con recursos limitados, lo que se convirtió en un gran diferenciador en nuestros procesos.

También diriges, como en Deslembrança, obra premiada y que recorrió varios escenarios del país. ¿Qué cambia en ti al dirigir, en comparación con la actuación? ¿Hay una Paula diferente en cada papel?

¡Por supuesto! Como actriz, puedo sumergirme en el universo único del personaje: sus relaciones, los lugares donde vive, sus deseos y metas. Cuando dirijo, mi mayor preocupación es comunicarme con el público, asegurándome de que todo lo que construyo con los actores contribuya a transmitir la narrativa de la forma más interesante, amena y genuina posible. Esto sin duda cambia mi actitud en el ensayo y mi relación con el equipo. Como directora, necesito estar más atenta a las necesidades de los demás, mientras que como actriz, me centro en estar presente y disponible.

El teatro que haces parece tener un deseo de provocar y acoger a la vez. ¿Qué temas o sentimientos sientes que necesitas poner en escena hoy, como artista y como mujer?

Quiero explorar en el escenario precisamente lo que me quita el sueño. Actualmente me consume el proceso de deshumanización de las prácticas sociales, causado principalmente por los avances tecnológicos desenfrenados. Esto es algo que me gustaría investigar artísticamente, y creo que el teatro es una herramienta poderosa para abordarlo. Después de todo, el acto de ir al teatro es, en sí mismo, un ritual colectivo de conexión humana, un lugar donde nos enfrentamos a la alteridad y somos atravesados por ella. Puede ser una forma de defender nuestra humanidad, o al menos un refugio de este frenético avance hacia el futuro. Este es el tipo de experiencia que he buscado ofrecer al público: una oportunidad para detenerse, reflexionar y recalcular el camino.

También eres educadora e impartes cursos regulares sobre juegos teatrales. ¿Qué es lo que más te gusta de interactuar con los estudiantes y cómo este diálogo influye en tu propia práctica artística?

El curso de juegos teatrales, que imparto junto con Cecília Imbelloni y Thaisa Santoth , me resulta especialmente divertido porque nuestros alumnos no son actores. Muchos de ellos nunca habían tenido contacto con el teatro antes de empezar el curso, así que tenemos la oportunidad de presentarles algunos de los juegos y actividades que solíamos hacer al principio de nuestros estudios. Esto me ayuda mucho en mi práctica, ya que me permite practicar constantemente los fundamentos del arte. ¡Y además, los juegos son divertidísimos! En medio de una semana ajetreada, nos reunimos para jugar, trabajando nuestra imaginación, creatividad y nuestro cuerpo. Esto es esencial, no solo para los artistas, sino para cualquiera.

Tras una trayectoria teatral forjada con valentía y perseverancia, ahora trabajas con grandes nombres y en diversos proyectos. En retrospectiva, ¿qué momentos o decisiones te han resultado fundamentales para llegar hasta aquí?

Soy un gran aficionado al estudio. Creo que el tiempo que invertí en mi formación fue esencial para adquirir las herramientas que sustentan mi práctica actual. Existe una libertad y una fuerza experimental en el trabajo desarrollado en un entorno académico que es difícil de encontrar en el mercado laboral. Los riesgos son mayores, al igual que las limitaciones. Por eso estoy muy agradecido de haber podido soñar despierto un poco en el ámbito académico. A algunos no les gusta, y tengo un gran respeto por quienes aprenden mejor solo con la práctica, pero en mi trayectoria personal, el estudio y la investigación fueron fundamentales.

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