La escritora Paola Ferreira Mendoza debuta en el universo literario con Apenas Uma Sessão, un libro que profundiza en las complejidades de la experiencia humana. La obra saca a la luz relatos profundos y reales de terapia de grupo, donde los personajes se enfrentan a dilemas morales, traumas familiares y relaciones inesperadas. A través de diez apasionantes capítulos, Paola explora temas como el abandono, la culpa y el perdón, creando un equilibrio entre ficción y realidad, que acerca al lector a las historias de vida de personajes imperfectos y vulnerables.
La autora, nacida en Uruguay y residente en Brasil, utiliza sus experiencias como traductora literaria para brindar una narrativa sensible sobre el sufrimiento y las consecuencias de las decisiones humanas. Con personajes de diferentes edades y nacionalidades, Just One Session es una invitación a reflexionar sobre la redención, que muchas veces sólo se puede encontrar en las verdaderas conexiones entre las personas.
Debutas en prosa con una obra que mezcla ficción y fragmentos de historias reales, abordando el dolor, los secretos y la reconexión. ¿Qué te llevó a elegir la estructura de una sesión de terapia de grupo como hilo conductor de estas historias?
Fue algo accidental. Primero, escribí las historias con un principio y un final. Imaginé que los protagonistas estaban juntos, pero aún no sabía si se trataba de una reunión de amigos que se reencontraban después de envejecer, o si eran desconocidos que decidían compartir sus vivencias. Así que pensé que sería más interesante hacer una sesión que involucrara a todos y que transmitiera un único mensaje: que a través de la escucha, cada persona podría interpretar su propia respuesta.
Los personajes del libro conllevan traumas profundos y una moral ambigua, lejos de cualquier idealización. ¿Cómo fue el proceso de sumergirse en estas complejidades humanas sin caer en estereotipos ni juicios?
Tengo formación en periodismo y aunque no la he ejercido profesionalmente, es de esas de la vieja escuela que acabo aplicando incluso en mi vida personal. Mi deber es sólo informar, no calificar. Si hiciera eso, estaría engañando al lector y haciéndole pensar lo que a mí me parece conveniente. Y esa nunca ha sido ni será mi propuesta por escrito.
En “Culpa, misterio y perdón”, el intercambio entre una adolescente abusada y un asesino en serie recientemente liberado desafía al lector. ¿Qué quisiste provocar al explorar esta relación inesperada y llena de zonas grises?
En Culpa, Misterio y Perdón, que es el capítulo 8, la protagonista no sufre realmente abuso en esta ocasión, sino más bien maltrato por parte de su padre. La idea surgió de una conversación real que tuve con una amiga, que me confesó que, cuando era casi adolescente, siguió este caso en Reino Unido. Sí, el señor Cameron existió. Incluso escribió una carta con la intención de enviársela al asesino, diciendo que entendía por qué se convirtió en un asesino en serie. Y pensé ¿qué hubiera pasado si hubiera respondido? A partir de ahí, creé una ficción que mostraba cómo, sorprendentemente, puede haber empatía incluso en los casos más extremos.
La vulnerabilidad es uno de los puntos centrales de la obra, tanto en los personajes como en el efecto que tienen en el lector. ¿Cómo afrontas la exposición emocional que exigen estas narraciones, especialmente sabiendo que provienen de historias reales?
Es una especie de liberación, un alivio, un sentimiento que da sentido. Saber que estoy contribuyendo a la sociedad. No es un libro de quejas, sino un espacio de reflexión. Las identidades de los verdaderos protagonistas no son expuestas, son protegidas con gran responsabilidad en la obra. Sentí que era necesario darle esa voz.

Como traductor literario, también interactúas con diferentes voces y culturas en tu vida diaria. ¿Cómo influyó esta experiencia en tu escritura y en la construcción de personajes de distintas nacionalidades?
Mi trabajo como traductora literaria se desarrolla principalmente entre el portugués y el español. Como hablante nativo de español, estoy muy familiarizado con los modismos y matices culturales de América Latina y España. Esto me ayuda a comprender mejor a los personajes y adaptar su voz para que el lector entienda el contexto emocional. Traducir no es sólo intercambiar palabras, es interpretar sentimientos, tonos, dolor, pasiones y hasta el humor, con sensibilidad. Siempre conservo la esencia del autor y de la obra, pero intento que la emoción se transmita con la misma fuerza en el otro idioma. Cuando traduje mi propio libro, me di cuenta de que, para mantener esa intensidad, tenía que repensar los pasajes con mucho cuidado. He leído traducciones de autores como García Márquez, por ejemplo, que perdieron el ritmo o el significado. Esto me enseñó lo importante que es estar inmerso en ambas culturas para realizar un trabajo fiel y sensible.
Los dilemas presentados en los relatos muestran que a menudo no existe una única respuesta ni un camino claro. Como autor, ¿cómo ve usted esta falta de resolución? ¿Se trata de una incomodidad creativa o de una elección deliberada?
Esto es parte de mi creencia de que no existe una verdad absoluta, algo que se revela en cada historia del libro. Es casi una premisa de la obra: dejar una invitación a la reflexión y a la búsqueda de la propia respuesta.
“Just One Session” parece tocar heridas que, aunque individuales, también son colectivas. Mientras escribías, ¿en algún momento sentiste que también estabas pasando por un proceso de sanación personal?
Absolutamente. Este manuscrito fue un proceso de sanación, sin duda. Aunque no pasé por las experiencias mostradas, encontré allí mi mensaje encriptado, al crear los diálogos y las escenas. Fue trascendental.
La conexión entre personas que no se conocen está en el centro de la transformación de los personajes. En su opinión, ¿qué tan esencial puede ser la interacción con otros, incluso desconocidos, en el camino hacia la redención?
Escuchar es una condición que sólo requiere presencia y verdadera entrega. Cuando te permites este espacio, incluso con un extraño, algo sucede, como si una sensibilidad dormida despertara. Y entonces comienza la magia. Porque en el fondo el dolor es universal, y cuando no lo reconoces en ti, lo puedes ver en los demás. Y este reconocimiento, este reflejo, puede ser el primer paso hacia alguna forma de redención.
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