¿Por qué, en una era marcada por la sobrecarga de información y la hiperconectividad, tantas personas se sienten cada vez más desconectadas de sí mismas? Esta es la pregunta que motiva *El Ego No Es Tu Enemigo*, el nuevo libro del economista, emprendedor y escritor André Neves, que propone una inversión provocadora: en lugar de combatir el ego, aprende a educarlo e integrarlo como aliado en el proceso de expansión de la consciencia. Inspirada en el Bhagavad Gita, la obra construye un diálogo simbólico entre el Ego y el Ser Superior, guiando al lector en un viaje que une la espiritualidad, el autoconocimiento y la experiencia práctica de la vida.
Basado en más de 30 años al frente de una empresa que en su apogeo empleó a 1500 personas, André Neves transforma sus experiencias en el mundo corporativo —incluyendo un profundo colapso empresarial— en reflexiones sobre la pérdida, la vulnerabilidad, las relaciones humanas y la reinvención interior. En el libro, temas como el libre albedrío, la cultura del miedo, la justicia divina y la atención plena se entrelazan con 50 prácticas de autoconciencia, reforzando la idea de que la felicidad no es un destino, sino una consecuencia de vivir en armonía con la propia esencia. *El Ego No Es Tu Enemigo* surge así como una invitación sensible y transformadora para quienes buscan cambiar el control y el reconocimiento por presencia, propósito y amor incondicional.
El libro sugiere que el ego, lejos de ser un villano, puede funcionar como un «maestro disfrazado». ¿En qué momento de tu trayectoria personal esta percepción dejó de ser teoría para convertirse en una realidad vivida?
El ego es nuestro guardián, el guardián de nuestra individualidad. Cuando eliminamos la dualidad entre espíritu y materia de nuestra perspectiva, es fácil comprender que el alma elige el camino que tomamos. O bien ya ha adquirido la sabiduría suficiente para no ceder a los impulsos del ego, o bien aún se somete a su voluntad.
Pasé por un momento muy difícil en mi vida cuando me despidieron de la dirección de la empresa que ayudé a fundar y en la que trabajé durante 30 años. Fue un período de mucha introspección, reflexión y lectura. Durante este tiempo, comencé a cuestionar esta dualidad. Empezó a perder el sentido. Vi a personas criadas en el mismo entorno con visiones del mundo y de los demás completamente diferentes.
Reflexionando sobre la vida, comprendí que son las almas las que nos guían. Lo que la espiritualidad cuántica llama el observador. Cuando tratamos con personas, las clasificamos como buenas o malas, pero cuando se trata del alma, con toda la eternidad que la rodea, no la clasificamos; solo entendemos que cada una se encuentra en un momento distinto. El ego solo quiere protegernos; el alma comprende hasta dónde llega la protección sin convertirse en una disputa.
Pasaste por un colapso empresarial que, según tú, fue una puerta al autodescubrimiento. ¿Qué duele más: perder algo construido durante décadas o admitir que tu propia identidad estaba ligada a esos logros?
De hecho, fue un momento doloroso en mi vida. Lo veo como un cambio de ciclo, y todo cambio conlleva dolor. Suelo decir que el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional. Al mirar atrás, veo que el mundo empresarial ya no me gustaba como antes, pero si por mí fuera, habría planeado una salida organizada, no un colapso. En mi opinión, los cambios no ocurren como los planeamos; simplemente ocurren cuando ya hemos aprendido las lecciones de la situación o del lugar en el que nos encontrábamos.
Por lo tanto, no veo dolor en mi identidad ligada a mis logros, porque no estaba apegado a puestos ni títulos. La pérdida en sí me causó más dolor, pero no solo por el aspecto financiero de la situación, sino por lo que estaba por venir. Tenía una rutina de trabajo muy intensa, de unas 14 horas al día, y la pérdida de esa rutina fue bastante dura. Me dio una sensación de inutilidad, y eso, dentro de la formación de mi ego, fue bastante difícil. Hasta que dejé la empresa, tenía la costumbre de superar los desafíos a diario, y convencerme de que la vida puede ser más tranquila me llevó varias sesiones de terapia.
En el diálogo simbólico entre el Ego y el Ser Superior, ¿cuál de las dos voces fue más difícil de traducir por escrito: la que confronta o la que acoge?
En el fondo, comprendí que la voz que confronta también acoge, como un padre o una madre que educa con amor. Decir «no» suele ser más difícil que decir «sí», pero es precisamente el «sí» el que ofrece la aceptación más auténtica.
Aun así, si tuviera que elegir, diría que lo más difícil de traducir fue la voz confrontativa. Mi naturaleza es más acogedora, y ponerme en esa posición confrontativa siempre requiere un mayor esfuerzo.
Vivimos hiperconectados y, paradójicamente, cada vez más distantes de nosotros mismos. En tu opinión, ¿cuál es el principal ruido de esta era que impide que las personas escuchen su propia alma?
La hiperconectividad nos ha distanciado de las personas. Hemos aumentado drásticamente la interacción, pero es tan superficial que nos aislamos aún más. Las personas necesitan a otras. Cuando empezamos a considerar que un dispositivo en la mano reemplaza el contacto físico, nos consideramos autosuficientes, y esto va en contra de la naturaleza humana. Al huir de nuestra esencia, también nos distanciamos de nuestro Ser Superior.
En mi opinión, la inmediatez es lo que más nos ha distanciado de nuestras almas. Lo queremos todo para ayer, no tenemos paciencia para ver vídeos de más de un minuto, y ese tiempo se acorta cada año. Ya no prestamos atención a quienes nos rodean, y mucho menos a nosotros mismos, a nuestros sentimientos, a nuestras inspiraciones. Vivimos en piloto automático.
Entre las 50 prácticas propuestas en el libro, ¿cuál considera que ha sido la más desafiante para usted hasta la fecha y cuál ha transformado más su forma de vida?
Las 50 prácticas surgieron principalmente de la autoobservación y la atención a las personas. Durante mi año sabático, adopté el hábito de analizar mis pensamientos y sentimientos. Empecé a ver patrones en cada uno de ellos y me di cuenta de que todos son creaciones de nuestra mente. Al cambiar patrones, cambiamos nuestra percepción del mundo exterior y, por lo tanto, cambiamos nuestras vidas. Tenemos la sensación de que la vida es lo que sucede a nuestro alrededor, pero en realidad es solo la interpretación que damos a lo que observamos.
Pero para mencionar el que más me transformó, fue el primero. Cuando empecé a ver la vida a través del alma, todo cambió. Mucho de lo que me tomaba muy en serio quedó relegado a un segundo plano. Y asuntos que no consideraba importantes cobraron protagonismo.
Mi mayor reto sigue siendo el séptimo: la entrega total. No querer controlar nada. He mejorado mucho desde que me di cuenta de que la vida no sucede como la imaginamos, que nuestros planes no funcionan. Pero aún me queda mucho camino por recorrer. Nuestro ego está lleno de creencias que hemos asimilado con el tiempo, y anular su influencia en nuestros sentimientos requiere tiempo y paciencia.
Su experiencia trabajando con 1500 empleados le permitió estar en contacto diario con conflictos, miedos y expectativas humanas. ¿Qué lecciones del mundo corporativo le sorprendieron más cuando comenzaron a entrelazarse con la filosofía, la psicología positiva y la espiritualidad?
Mantuve una relación muy estrecha con las personas con las que trabajé, especialmente en la sede central, donde trabajaba y éramos 900. Tres años antes de dejar la empresa, desarrollé, junto con el departamento de Recursos Humanos, un programa para fomentar las buenas relaciones entre las personas, en el que gestioné personalmente algunas reuniones y charlas informales. Aprendí mucho sobre las personas durante ese período.
El ausentismo laboral por problemas psicológicos ha aumentado drásticamente en los últimos años. Brasil es el país líder en ansiedad a nivel mundial y se encuentra entre los cinco con mayor incidencia de depresión. Las empresas y el Ministerio de Trabajo consideran el síndrome de burnout como una consecuencia del estrés laboral, pero, en mi opinión, su raíz reside en nuestro estilo de vida actual, en la hiperconectividad y el distanciamiento de nuestra esencia, como mencionaste en una pregunta anterior. La causa es la misma que la de la ansiedad y la depresión.
Fue hablando con la gente que me di cuenta de que la empresa por sí sola no podía cubrir esa necesidad. El mundo corporativo es frío. Una empresa no puede tener sentimientos. Su objetivo es la rentabilidad y el crecimiento, y en mi opinión, tiene que ser así; es su papel en el mundo. Las empresas quieren que sus empleados estén bien para que rindan más y proyecten una imagen institucional que demuestre que se preocupan por su equipo.
Pero las empresas están en la posición perfecta para fomentar este sentimiento entre las personas. Para llevarlas a reflexionar sobre sus comportamientos, sobre la atención que prestan a sus compañeros, sobre la amabilidad, sobre la empatía; en resumen, sobre todo lo que nos enseñan la filosofía y la espiritualidad. Es en este entorno, de apoyo mutuo, donde veo la solución, no solo para el entorno laboral, sino también para la vida personal de cada empleado. Para sacarlos del piloto automático.
El Bhagavad Gita es un texto profundamente simbólico y espiritual. ¿Cómo fue adaptar esta antigua estructura a una narrativa contemporánea, dirigida a lectores que lidian con la ansiedad, la sobreestimulación y la presión de ser productivos?
Lo interesante es que nada ha cambiado en estos 2500 años. La naturaleza humana es la misma. Los conflictos internos que nos atormentaban son los mismos. El entorno ha cambiado, quizá los desafíos externos —antes eran más físicos y ahora son más mentales—, pero el principal desafío es el mismo: superar los impulsos de nuestro ego. Los enemigos de Arjuna siguen atormentándonos.
Toda la presión y la ansiedad provienen de nuestra necesidad de ser mejores que los demás, de tener más posesiones, de alcanzar más logros, siempre algo más que los demás. Esta necesidad alimenta el egoísmo, la envidia, la ira, la falta de empatía, y todo esto, envuelto en el consumismo actual, genera ansiedad y depresión.
El libro considera las relaciones humanas como el propósito, no como un medio. En una sociedad que valora los resultados inmediatos y las métricas, ¿cómo ve el desafío de enseñar que el verdadero éxito reside en la calidad de los encuentros, no en la magnitud de los logros?
La gente está muy necesitada, intentando aferrarse a algo que le dé sentido a sus vidas. Veo a mucha gente hablando de pensamiento positivo, técnicas para atraer dinero y cómo escapar de la gente tóxica. Hay muchas técnicas y promesas que, en mi opinión, son como echar gasolina al fuego. El mensaje siempre es el mismo: sigue el manual y serás feliz. La felicidad es una consecuencia, no un producto listo para usar. Todo esto se está volviendo muy agotador e ineficiente. La gente está tan cansada que solo quiere entregarse a algo que tenga sentido.
El problema no es externo; está dentro de nosotros mismos. Cuando alimentamos la creencia de que nuestras vidas serían perfectas si no fuera por nuestro prójimo, fomentamos la competitividad.
Cuando una persona se da cuenta de que solo necesita ser mejor que el día anterior, de que nadie está aquí para hacernos daño, sino que enfrenta las mismas luchas y dificultades que nosotros, la vida se vuelve más ligera. En mi opinión, eso es lo que falta: ligereza en la vida. Soltar, dar la bienvenida a lo que viene y a quien viene a nosotros.
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