Entre secretos, símbolos y la llama de la fe, el escritor y médico Gabriel Ract recupera la fascinación por la alquimia en «El alquimista de Bastos», una novela ambientada en la Francia del siglo XVIII, donde ciencia y espiritualidad se entrelazan en una intensa narrativa sobre el poder, la culpa y la redención. La obra sigue a Damian Willard, un periodista británico infiltrado en una universidad parisina que investiga la desaparición de estudiantes de esoterismo, y que termina sumergiéndose en un laberinto de manipulación, fe y autodescubrimiento guiado por el enigmático Simon Durant, un alquimista inmortal en busca de la transmutación del alma.

Con una prosa refinada y una atmósfera simbólica, Ract transforma el ocultismo en un espejo de la condición humana, revelando que el verdadero oro, así como la pureza interior, solo se alcanzan a través del fuego de las decisiones.

«El alquimista de Bastos» mezcla razón y misterio, fe y destrucción. ¿Cuándo comenzaste a darte cuenta de que la alquimia también podía ser una metáfora de la transformación interior?

Respuesta: Al considerar la alquimia como telón de fondo para este nuevo universo, tenía en mente crear algo que se apartara de los enfoques convencionales. Durante mis estudios sobre el tema, no me resultó difícil percibir la riqueza de las prácticas esotéricas que regían el funcionamiento de la alquimia europea. Fue a partir de este punto poco explorado que surgieron no solo las particularidades que regirían una Francia alquímica, sino también el hilo conductor que vincularía la obra con mis publicaciones anteriores.

La historia se desarrolla en un momento histórico donde el misticismo y la ciencia se entrelazaron. ¿Crees que, en cierto modo, estamos viviendo un nuevo «siglo XVIII», donde la búsqueda de sentido vuelve a estar vinculada a la tecnología y el poder?

Respuesta: Sin duda. Vivimos en una época de rápido progreso tecnológico, aunada a un colapso político y económico a nivel mundial, factores que justifican una búsqueda de sentido que a menudo sobrepasa los límites que debería tener la religiosidad. Esto se relaciona especialmente con el panorama político polarizado que observamos actualmente en tantos países, incluido Brasil.

Simon Durant es un personaje atormentado por la inmortalidad y la culpa. ¿Cómo fue crear a alguien tan enigmático y, a la vez, tan humano?

El libro se creó a partir del personaje de Simon. Desde el principio, él marcó la pauta de la narración y condujo la historia a su agridulce final. Gracias a esto, tuve mucha libertad para crear un personaje tan complejo. Sin duda, una experiencia increíble.

El protagonista, Damián, comienza como un periodista escéptico, pero termina emprendiendo un viaje de fe y autodescubrimiento. ¿Hay algo de Gabriel García Márquez en este conflicto entre lo racional y lo espiritual?

Seré completamente honesto: aún no puedo escribir protagonistas que no lleven algo de mí mismo dentro. Damian no escapó a esto; al contrario. Para mí, este conflicto entre fe y racionalidad es fundamental y ancestral, y ya ha motivado muchas acciones temerarias e incontables discusiones con personas que amo. A diferencia del protagonista, sin embargo, yo no evoluciono espiritualmente a través de una experiencia traumática de autodescubrimiento; ¡afortunadamente!

En la novela, la alquimia no se limita al oro, sino que también abarca el alma. ¿Qué representa para ti esta «transmutación» interior que el libro propone al lector?

A lo largo de la narración, el alma se presenta como una energía que los alquimistas pueden manipular, pues comprenden sus propiedades. Esta energía se utiliza inconscientemente para realizar tareas esenciales para el mantenimiento del cuerpo humano, además de servir como un importante punto de conexión con el mundo espiritual. En la obra, la «transmutación interna» mencionada en la pregunta se relaciona mucho más con la capacidad de manipular el alma de otra persona, generando resultados variables.

Tu escritura posee una singular densidad simbólica: tarot, mitos, arquetipos, religión. ¿Cómo logras equilibrar esta fascinación por lo esotérico con el compromiso de narrar una historia accesible y cautivadora?

Respuesta: Por muy atractivos que puedan resultar los símbolos esotéricos presentes en el libro, la narrativa siempre ha sido el eje central de la obra, y su desarrollo ha sido mi máxima prioridad como autor.

La dualidad entre Marie y Simon es fundamental para la trama: luz y sombra, lucidez y fascinación. ¿Crees que el alma humana necesita estos dos polos para comprenderse plenamente?

En la obra, Marie y Simon se presentan como dos figuras de guía que, si bien representan polos opuestos entre la razón y la espiritualidad, comparten características comunes en su enfoque profesional. Creo que la autocomprensión requiere un equilibrio entre los pensamientos de ambos personajes. Este equilibrio, en la obra, solo lo alcanza el personaje de Akin.

«El alquimista de Bastos» trata sobre el poder, la culpa y la redención. Si tuvieras que resumir la esencia del libro en una sola pregunta que el lector debería hacerse al terminar de leerlo, ¿cuál sería?

¿Hasta dónde llegarías para satisfacer deseos que te parecen intrusivos?

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