Con más de tres décadas dedicadas a la Secretaría de Educación del Distrito Federal, la educadora e investigadora Cláudia Moraes da Costa Vieira presenta el libro «Ao garimpar pedrinhas, prosas e sementes» (Ao garimpar pedrinhas, prosas e sementes), una obra que entrelaza memorias de aula, reflexiones sobre la naturaleza y prácticas educativas humanizadoras. Fruto de su trayectoria y estudios en ecología humana y ambiental, el libro propone la educación como un camino hacia el cuidado, la transformación y la construcción de una sociedad democrática y sostenible.

El título del libro habla de «buscar piedras, prosa y semillas». ¿Cuáles son estos pequeños descubrimientos cotidianos que más han transformado tu práctica como educadora?

Todos estos pequeños descubrimientos surgieron al observar y escuchar a los estudiantes, especialmente durante las actividades grupales, lo que les permitió sentirse más libres. En esos momentos, me di cuenta de que son seres humanos, igual que nosotros, los maestros. Descubrí que llevan sus propias vidas, con dolor, sueños, luchas y diversos deseos. Cada día, descubrí que la educación no está desconectada del proceso de la existencia.

En más de 30 años en la Secretaría de Educación del Distrito Federal, ha acumulado una vasta experiencia. ¿Hay alguna experiencia clave en el aula que haya marcado un antes y un después en su enfoque pedagógico?

Al principio de mi carrera, tuve un hijo que tendía a distanciarse de sus compañeros y respondía a todo con puñetazos y patadas. En clase, solíamos cantar y sentarnos en el suelo cuando trabajábamos con materiales de oro para comprender los procesos matemáticos. Al terminar la clase, salía corriendo, volvía enseguida, me besaba y se iba corriendo para que no lo viera.

Incorporas metodologías como la respiración consciente y el diálogo en tus prácticas. ¿Cómo responden los estudiantes a este enfoque y qué resultados te han sorprendido más?

La respuesta llega en el proceso, no de inmediato. Cuando se dan cuenta de que forman parte de las metodologías, comienzan a identificarse con ellas, adquiriendo la capacidad de escuchar y hablar desde la perspectiva de generar preguntas y argumentos, y reconociendo el error como una posibilidad de aprendizaje. Todo esto repercute en su escritura, lectura, presentaciones y forma de interactuar.

Para usted, la educación parece ser más que la simple transmisión de contenidos: también es un espacio para el cuidado, el afecto y la política. ¿Cómo equilibra estas dimensiones en un panorama educativo a menudo presionado por los resultados inmediatos?

El equilibrio surge del proceso de conectar los conocimientos y habilidades cognitivas del currículo oficial con los conocimientos y habilidades de la vida, la formación de un ciudadano. Buscar conexiones con el currículo escolar en cuestiones cotidianas, tanto de la cultura local como histórica, es clave. Incorporar elementos a las aulas que den sentido y significado al aprendizaje.

Cláudia Moraes da Costa Vieira
Cláudia Moraes da Costa Vieira

El libro aborda los entornos restaurativos y la evaluación formativa. ¿Qué se debe hacer para garantizar que estas prácticas se arraiguen en las escuelas brasileñas?

Creo que una formación que aporte significado a los docentes les permite replantear lo aprendido. Necesitamos ampliar los conceptos ambientales, acercando el aprendizaje a la vida en el planeta Tierra, especialmente a vivir sin devastación, de una manera más consciente. Esto debe hacerse de forma reflexiva y, por lo tanto, evaluativa, buscando una evaluación integral.

Tu escritura conecta la pedagogía con la ecología. ¿Cómo puede la naturaleza convertirse en un aula viviente para desarrollar ciudadanos más conscientes?

Cuando consideramos la Pedagogía como un espacio y un tiempo para la investigación y la búsqueda de una epistemología que pueda desarrollar metodologías que nos permitan incorporar las problemáticas humanas al aula, reflexionamos sobre nuestra presencia aquí, no como algo ya hecho, sino como algo constituido en nosotros: interno y externo. Como en los procesos relacionados con el cambio climático, donde se introducen pequeños proyectos locales que nos empoderan para reflexionar, planificar, actuar y evaluar, en un proceso de ciudadanía.

Cómo transformar los desafíos personales en logros colectivos es un tema recurrente en tu carrera. ¿Qué consejo les darías a los educadores actuales que se enfrentan al agotamiento, la desvalorización o la falta de esperanza?

Les sugiero que revisen su propia trayectoria educativa, la de su categoría y la de sus colegas que trabajan con estos docentes. Construyan redes de apoyo, espacios de diálogo y comunidades de conocimiento como una forma de nutrirse ante las constantes luchas y resistencias que la educación y los docentes enfrentan. Lo importante es comprender que docentes, estudiantes y todos los involucrados en el proceso educativo deben establecer un diálogo colaborativo.

Al extraer piedras, prosa y semillas, también es una autobiografía pedagógica. ¿Qué espera que sientan los lectores —profesores, estudiantes o administradores— al terminar su obra?

Que seamos capaces de producir una educación ecológica, que nos permita mirarnos/sentirnos como seres que habitamos esta casa llamada Tierra y que la escuela, siendo uno de estos territorios, pueda constituir el trabajo consciente de la existencia humana, en esta búsqueda de acercarnos cada día a nuestra propia humanidad para que el compartir, la conciencia ecológica y la ciudadanía puedan dialogar para la formación humana de manera integral.

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