En La República Popular de Terranova, el abogado y escritor Felipe Kato transporta al lector al año 3084, a un macropaís futurista que presume de avances tecnológicos como cíborgs, nanobots y portales interdimensionales, pero que esconde una falsa utopía marcada por la manipulación política, la corrupción y la opresión estatal. La trama sigue a Thomas K., un periodista independiente acusado injustamente de una deuda multimillonaria, y a su hija Susana, quien se une a un movimiento revolucionario, mientras se enfrentan a los mecanismos autoritarios de un gobierno que controla a la población incluso a través de los impuestos.
Felipe, tu libro se ambienta en el año 3084, en una sociedad tecnológicamente avanzada, plagada de manipulación y autoritarismo. ¿Cómo se te ocurrió la idea de combinar tecnología futurista con críticas sociales tan cercanas a la realidad actual?
Para ser sincero, la idea del libro en su conjunto surgió en un momento de mi vida muy libre. En ese entonces, no trabajaba, solo estudiaba. Un día, fui al cine a ver la película Gladiador 2, y la inspiración para el libro, que culminó con mis estudios de derecho tributario en la universidad y las noticias, me llegó de repente. Siempre sentí que la humanidad estaba creando una simbiosis con la tecnología de la que se arrepentiría con el tiempo.
Thomas K., tu protagonista, es un periodista que se enfrenta a las injusticias del gobierno. ¿Hasta qué punto te basaste en tu propia experiencia como abogado para desarrollar este personaje?
Thomas vive diversas situaciones que lo dejan extremadamente frustrado. Algunas de ellas, inspiradas en mi propia experiencia como abogado, incluyen: ir a la oficina, esperar horas y no obtener ninguna solución; ser enviado a otra oficina y devuelto sin ninguna aclaración; y ver cómo sus impuestos aumentan de valor debido a actos administrativos (decretos u ordenanzas) que cambian de la noche a la mañana sin ninguna transparencia. Es una sensación muy similar a la que experimenta cualquier personaje de Franz Kafka.
Susana, la hija de Thomas, experimenta transformaciones extremas al convertirse en cíborg. ¿Qué querías transmitir sobre la identidad y la humanidad a través de este viaje?
Transformar al personaje en un cíborg fue la forma que encontré para transmitir sentimientos de remordimiento y ansiedad. Para el personaje era muy fácil criticar el sistema desde la distancia, estando en su zona de confort y beneficiándose de él. Sin embargo, decide unirse al Movimiento, una decisión impulsada por el odio y la venganza. Este le arrebató todo. Ser en parte máquina representa que parte de su esencia es apática, alienada por sentimientos negativos de los que no puede escapar.
La obra alterna entre puntos de vista y diferentes historias paralelas. ¿Cómo contribuye esta estructura narrativa a profundizar la crítica social que pretendes presentar?
Mi objetivo principal era dinamizar la historia y mostrar las diferencias en cómo la República, el gobierno totalitario, afectaba la vida de la gente común. Las políticas públicas establecidas por el Partido, supuestamente para el bienestar social, empeoraron la vida de los ciudadanos. Para Thomas, su libertad de expresión se vio completamente restringida. Soren fue vendido por sus padres para pagar una deuda tributaria. Las decisiones de cada uno de ellos se vieron influenciadas por el control casi infinito del Estado sobre la trama.

Mencionas que los impuestos y los sistemas de control inspiraron parte de la trama. ¿Cómo logras equilibrar el humor y la ironía con críticas serias a estos mecanismos de poder?
La mejor manera de crear humor es ser sutil. El humor no se trata solo de comedia, de hacer reír a la gente, sino también de hacerla reflexionar. La exageración es una herramienta vital en este sentido. Introducirla gradualmente en la trama fue la manera que encontré para equilibrar el humor con la historia sin hacerla demasiado pesada para el lector. En resumen, introducir elementos como la Iglesia del Tributo al Señor, una religión centrada en la deificación del tributo, fue la exageración cómica que combinó el mesianismo político y la religiosidad como forma de alienación social.
La estética ciberpunk del libro y los elementos de la cultura geek son prominentes. ¿Cómo reforzaron estas decisiones el mensaje político y social de la narrativa?
Los elementos ciberpunk refuerzan el mensaje del peligro de usar la tecnología con fines totalitarios. Los microchips en la muñeca, que dan acceso a una especie de pantalla holográfica, son un instrumento de control y vigilancia estatal. El monopolio estatal en la fabricación de cíborgs también refuerza la narrativa de la «objetivación» de los seres humanos y su trabajo. Finalmente, los androides, o humanos artificiales, son otra alegoría que representa cómo el Estado utiliza el placer para mantener alienada a la clase trabajadora.
Terranova se presenta como una utopía tecnológica, pero que esconde corrupción y manipulación. ¿Qué crees que los lectores pueden reflexionar sobre nuestras propias sociedades al seguir esta historia?
Los lectores podrían pensar que la trama de Terranova es simplemente un reflejo distorsionado del mundo real. Siempre que me preguntan, les cuento la sinopsis del libro con una simple frase: «Trata sobre un gobierno que controla a la gente a través de los impuestos». La mayoría de las veces, me preguntan: «¿Entonces es como Brasil?». Nos reímos y respondo: «¡Exactamente!». Ese es precisamente el papel de la ficción: inducir a los lectores a ver el mundo de otra manera o a percibir las injusticias que sufren de una manera instructiva y humorística.
En tus palabras, el libro aborda la desigualdad, el control y la rebelión. ¿Qué impacto esperas que tu obra tenga en el público en cuanto a la reflexión sobre la libertad, la ética y la justicia?
El concepto de libertad se aborda repetidamente en el libro, incluso con un tono anarquista más radical. Lo más importante es animar a los lectores a comprender que es injusto que el trabajador promedio pague más de la mitad de su salario en impuestos y que estos recursos nunca se utilizarán para nada sustancial en beneficio del bien común. Otro impacto es alertar a la gente sobre el mesianismo político, la retórica populista que promete mucho pero no cumple nada, salvo la desigualdad social y la infravaloración del trabajo humano.
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