En un panorama donde los debates sobre salud mental a menudo se fragmentan entre perspectivas puramente técnicas y discursos religiosos directos, Lianny Grimm destaca de forma única. Psicoterapeuta cristiana con formación en Derecho, desarrolla una práctica que no surge de una competencia entre ciencia y fe, sino de la comprensión de que ambas pueden dialogar cuando el objetivo es promover un auténtico equilibrio emocional.

Su trabajo se basa en la premisa de que el sufrimiento humano no se limita a los síntomas. Para ella, cada persona llega a la consulta con una arquitectura compleja: patrones neurológicos, experiencias acumuladas, recuerdos que condicionan las reacciones y, a la vez, convicciones espirituales que moldean la percepción y el significado. Ignorar cualquiera de estas dimensiones equivaldría, en sus palabras, a reducir a la propia persona.

El enfoque de Lianny no se basa en soluciones rápidas. La neurociencia, que guía su práctica clínica, ofrece un mapa de las respuestas del cuerpo al dolor, la ansiedad, el miedo y las relaciones. La fe, entendida con responsabilidad, funciona como un eje central de significado, capaz de reorganizar decisiones, fortalecer la identidad y sostener procesos de cambio que exigen más que solo técnica.

“Cuidar la mente es también cuidar lo que la sostiene”, dice a menudo. Esta frase resume su método, que no elimina a Dios del proceso terapéutico, pero tampoco utiliza la espiritualidad como un atajo emocional. En cambio, integra dos perspectivas: una que observa el funcionamiento del cerebro y otra que ilumina la dirección existencial.

Lianny rechaza tanto el reduccionismo científico que ignora la dimensión espiritual como el uso superficial de la fe como anestesia para el dolor profundo. Para ella, la madurez emocional surge cuando una persona comprende lo que sucede en su interior y, al mismo tiempo, reconsidera sus creencias con honestidad. No hay sanación sin verdad, y no hay verdad sin la voluntad de afrontar lo que se ha evitado durante mucho tiempo.
Esta postura contrasta con las tendencias contemporáneas que transforman la salud mental en un producto instantáneo o la fe en una narrativa de consumo rápido. Lianny adopta el enfoque opuesto: trabaja con rigor técnico, sobriedad espiritual y compromiso ético. Su propósito es construir una forma de atención que atienda la mente sin distorsionar la fe y la fortalezca sin descuidar el cuerpo.
En su práctica, la ciencia y la espiritualidad no compiten por espacio. Se complementan para revelar diferentes capas de la misma realidad humana. Es en este encuentro que Lianny ve la posibilidad de una reconstrucción emocional consistente, duradera y holística.

