En Cuentos de Tiempo y Tierra, Fuego y Mar, Ricardo Pegorini guía al lector en un viaje que une lo real con lo mítico, explorando cómo la experiencia humana se entrelaza con los cuatro elementos de la naturaleza. Con 30 narrativas que abarcan desde el humor sutil y la reflexión filosófica hasta el lirismo y la crítica social, el autor compone un mosaico poético sobre recuerdos, pérdidas, epifanías, ancestros y reinvención. Desde el poder transformador del fuego hasta el profundo silencio del mar, Pegorini ofrece una obra híbrida que ahonda en la fragilidad y la grandeza de la existencia, e invita al lector a descubrir, en cada relato, una parte de sí mismo.

La idea de los elementos como metáforas: ¿cómo surgió?

Esta idea surgió casi sin darme cuenta. Cuando empecé a recopilar los cuentos, me di cuenta de que muchos giraban en torno a las fuerzas de la naturaleza, no solo como escenario, sino como fuerzas impulsoras de los personajes. La tierra, el fuego, el agua y el tiempo son, sobre todo, fuerzas que moldean la vida y también impulsan la imaginación. Poco a poco, me di cuenta de que también eran lentes a través de las cuales veía el mundo. Así que no hubo un «proyecto» inicial: hubo una intuición. Y, cuando me di cuenta, la colección ya respiraba por sí sola, anclada en estos elementos.

Lo extraordinario en la vida cotidiana: ¿de dónde surge esta sensibilidad?

Quizás sea un hábito —o una necesidad— mirar el mundo buscando una nueva perspectiva, una nueva interpretación no tan obvia como sugiere la primera lectura. Siempre me ha fascinado el momento en que algo que parece la membrana de un acontecimiento, una entidad o una situación absolutamente ordinaria se rompe y revela una maravillosa verdad oculta. La inundación, la lluvia, la calle silenciosa… todo esto tiene un poder narrativo. La vida es extraordinaria cuando la permitimos. Simplemente intento descifrar este murmullo que normalmente pasa desapercibido.

¿Experiencias personales convertidas en ficción?

Sí, varias, aunque diluidas, disfrazadas, reinventadas. Algunas historias nacieron de pequeños episodios que me impactaron: una conversación que escuché por casualidad, un gesto que me conmovió, un viejo recuerdo que insistía en regresar. Nunca hago transposiciones literales, pero estoy seguro de que cada escritor escribe con lo que lleva dentro. Hay historias que revisitan lugares de mi infancia, miedos muy íntimos, pérdidas que me enseñaron a caminar. La ficción es una especie de traducción emocional: cada texto es una ventana al alma de su autor.

El “atlas emocional”: ¿cuál es el mayor desafío para darle unidad al libro?

El mayor reto fue aceptar que la unidad no provendría del tema ni del estilo, sino del valor de la perspectiva. Cada historia es un territorio, y necesito confiar en que el lector, en algún momento, se dará cuenta de que estos territorios explorados en el libro pertenecen al mismo mapa. La metáfora del «atlas emocional» me ayudó: no quería capítulos, quería países afectivos, cada uno con su propio clima, geografía y luz. Encontrar esta costura invisible fue quizás el trabajo más meticuloso del proceso de edición.

Ricardo Pegorini
Ricardo Pegorini

¿Qué elemento representa tu etapa actual de vida?

Hoy, sin duda, la travesía, o mejor dicho, el mar. Estoy en un momento de desplazamiento creativo y personal. Hay nuevos proyectos, caminos que se abren, riesgos que debo correr. El mar me representa porque tiene esta ambigüedad: es promesa y es incertidumbre. Y creo que crear —escribir, componer, soñar— requiere aceptar este movimiento constante. Una hermosa metáfora de la vida en su sentido más amplio y aventurero, ¿verdad?

¿Cómo equilibrar el rigor literario y la libertad creativa en textos breves?

Es casi un ejercicio de respiración. El cuento exige precisión, pero también espacio para lo indecible. Intento trabajar con un lenguaje a la vez económico y poético, un estilo de escritura que no explique demasiado, pero que tampoco deje al lector a la deriva. Se trata de encontrar combinaciones de términos y expresiones que normalmente no van juntos y que, ahora colocados en la misma oración, corrompen el significado burocrático y perezoso de las palabras que los componen en su uso cotidiano.

La importancia de los concursos y antologías en su trayectoria profesional.

Estos reconocimientos fueron importantes porque me ofrecieron una especie de diálogo con el mundo. Cuando uno de mis textos es seleccionado o premiado, no lo interpreto como una medalla, sino como una señal de que mi voz ha encontrado resonancia. Esto me dio el coraje para continuar, especialmente en épocas en las que escribir parecía un territorio incierto. Me enseñó a ver el proceso creativo con más generosidad: escribir es cuestión de persistencia. Y las antologías también nos motivan a escribir con más frecuencia. Son excelentes trampolines para la motivación.

¿Qué espera que el lector se lleve de esta experiencia?

Espero haber despertado en el lector algo que lo lleve por un camino —quizás el conocido— pero con un ritmo, una perspectiva y una actitud diferentes. Si el libro logra crear ese momento de pausa, reflexión, afecto y conexión entre las cosas de la vida de forma creativa, entonces siento que el viaje valió la pena. Para mí, la literatura es esto: una forma de crear pequeños mapas para que la gente pueda encontrarse a sí misma —o reinventarse— un poco más.

Sigue a Ricardo Pegorini en Instagram

Share.