Tras destacar como la carismática Anita en Mar do Sertão, la actriz Julia Mendes conquistó al público con su intenso papel como Adália en la serie bíblica de Record, Paulo, o Apóstolo. Interpretando a una madre cristiana perseguida por su fe, Julia se mueve en la pantalla, mientras que fuera de ella, destaca en redes sociales por su contenido desenfadado y espontáneo que ya se ha viralizado, abarcando temas como el duelo, la amistad e incluso el portugués. Con nuevos seguidores, planes de teatro y el sueño de una película, celebra esta etapa de visibilidad: «Conmover a alguien con lo que hago es mi mayor propósito».
Adália es un personaje que enfrenta profundos dilemas en Pablo, el Apóstol. ¿Cómo fue para ti interpretar a alguien que debe elegir entre su fe y proteger a sus hijos?
Fue un reto muy emocionante para mí como actriz. Es maravilloso poder dar vida a un personaje que es realmente diferente a todo lo que el público me ve hacer en redes sociales. Mostrar esta otra faceta de Júlia, la actriz, que también se involucra, siente, vive el drama, es muy importante. Y Adália es una mujer con un dilema muy fuerte: proteger a sus hijos, amar profundamente y, al mismo tiempo, lidiar con la fe y los riesgos que esto conlleva. Tener la oportunidad de trabajar con esta intensidad fue un verdadero regalo.
Mencionaste que el impacto de la serie atrajo a una nueva audiencia a tus redes sociales. ¿Qué te sorprendió más de este nuevo diálogo con tus seguidores?
El cariño. Gente que quizá nunca había visto mi trabajo ni mis vídeos, que pasó por las escenas de Adália y se quedó. Y más que eso: también empezaron a seguirme en mis reflexiones más ligeras, en los momentos divertidos, en los vídeos donde simplemente estoy pelando un mango, ¿sabes? Esto me demostró que hay espacio para la diversidad, y que la gente también la echa de menos.

El contraste entre la intensidad dramática de Adália y la desenfado de sus vídeos como influencer es sorprendente. ¿Cómo equilibras estas dos facetas tan diferentes en tu día a día?
Creo que uno salva al otro. Uno alimenta al otro. Soy una paradoja, jaja, porque me encanta vivir en este contraste de ser súper dramática y apocalíptica y, al mismo tiempo, tener esta ligereza en mi vida diaria, esta irreverencia, este humor que impregna mis días. Cuando estoy demasiado inmersa en el drama, siento la necesidad de reír. De bromear. De publicar algo ligero. Y cuando me siento sola en la ligereza, extraño sumergirme en un personaje que me enamora. No puedo ser solo una cosa, y honestamente, ni siquiera quiero. Lo que me equilibra es poder transicionar y ser plena en todas mis emociones.
Uno de tus videos más conmovedores trataba sobre el duelo por la pérdida de tu madre. ¿Cómo es para ti transformar ese dolor tan íntimo en algo que acoge y conecta a los demás?
Es un proceso delicado. Nunca planeé hablar de ello, pero un día, de repente, llegó. Y cuando lo hizo, comprendí que compartir también puede ser una forma de sanar. El dolor sigue siendo mío, por supuesto, pero cuando encuentra eco en alguien, se convierte en un puente. Y no hay nada más hermoso que sentir que tu vulnerabilidad puede ser un refugio para otro.

La espontaneidad parece ser uno de tus superpoderes como creador de contenido. ¿De dónde viene ese deseo de compartir temas tan diversos, desde amistades informales hasta humor en portugués?
Creo que realmente surge de la vida. Lo observo todo. Soy una observadora incansable. Todo me conmueve y me interesa. Y a veces, lo que empieza como una reflexión en la ducha se convierte en un vídeo de Instagram el mismo día. Me gusta hablar de cosas cotidianas, de lo humano. Y me encanta encontrar humor donde nadie mira. Al final, hablo de lo que me apetece… y confío en que llegue a quienes también necesitan escucharlo.
Tras bambalinas, te has convertido en la reina de la lonchera. ¿Cómo te ayuda tu relación con el autocuidado y la nutrición a mantener un ritmo saludable entre el rodaje, las redes sociales y los proyectos personales?
(Risas) Soy de las que más comen en la lonchera, amigos. Pero hay una razón: para mí, la comida es energía. Y la energía es nuestro combustible, lo que nos mueve, lo que nos sostiene, lo que nos impulsa. Como mi rutina es muy dinámica, a veces grabo, a veces creo contenido sobre la marcha, en un evento, en el transporte público, etc. Seguir al menos una rutina de alimentación equilibrada me ayuda mucho a mantenerme concentrado. Es mi forma de cuidarme en medio de mi ajetreada vida.

Has mencionado tu deseo de escribir y actuar en una obra propia, combinando humor y drama. ¿Qué tipo de historia te gustaría contar en este nuevo formato?
Quiero contar una historia que fusione todo lo que soy. Que hable de amor, pero también de miedo. De dolor, pero con una broma de por medio. Una obra que empiece con risas y termine con lágrimas, o viceversa. Me gusta ese espacio intermedio donde el público ríe y, de repente, se encuentra con la respiración entrecortada. Porque, en el fondo, eso es la vida: una mezcla de intensidad e ironía.
Tu discurso sobre influir positivamente es muy contundente. En tu opinión, ¿cómo se puede usar la visibilidad con responsabilidad, especialmente para transmitir mensajes de fuerza y sensibilidad al mismo tiempo?
Creo que todo empieza por escuchar. Cuando escuchamos más y hablamos menos, ya estamos influyendo de otra manera. Para mí, ser influencer no se trata solo de mostrar mi ropa o cómo entreno; también se trata de compartir mis contradicciones, mis vulnerabilidades, mis descubrimientos. Es recordar que la vida real también puede ser gratificante. Y ese cariño, cuando es genuino, trasciende cualquier algoritmo.
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